JUAN EULOGIO Y FAMILIA… VAN DE CAMPING. VII (Segunda parte)

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JUAN EULOGIO Y FAMILIA… VAN DE CAMPING. VII (Primera parte)

 

-¿Dorothy? -Pregunta Edelmiro no dando crédito a lo que ven sus ojos.

-¿Pero es que la conoces? -Pregunta a su vez Juan Eulogio guiñando un ojo a su compañero y presuponiendo que aquí hay tema.

-¡Me cago en la leche! -Exclama la mujer-¡Pero si es Edelmiro! el hermano de Julián. ¿Qué pasa, maricón? ¿Qué es de tu vida? -Grita la interpelada con voz afectada y haciendo aspavientos como una loca.

-¡Dorothy! ¡Qué nombre tan sugerente. -Dice Juan Eulogio que todavía no se ha coscado de qué va la vaina.

-Sí, cariño, mi nombre es Dorothy -Dice ella volviendo su rostro marcado por el deseo  hacia Juan Eulogio.- Y estoy muy solita… y- muy-ca-len-ti-ta.

Este, viendo que tiene alguna posibilidad de pillar,(lo de interpretar las señales no es la especialidad de la casa)aunque sea tan temprano, ni razona ni escucha algo que Edelmiro está tratando de decirle pero que a sus oídos taponados por las feromonas en ebullición no llega más que como un murmullo ininteligible. Dorothy, que tiene muchos kilómetros recorridos en la larga e imprevisible carretera del amor, se baja un poco más el escote, mostrando unos melones tan redondos, tan turgentes, tan… perfectos, que cualquiera deduciría al momento que son prefabricados, pero al precario entender de Juan Eulogio, bastante verraco a estas alturas de la película, son unos melones prestos para una cata intensa.

Juan Eulogio apura su sol y sombra y con una espesa bruma sobrevolándole el cerebro, incapaz de razonar con la cabeza (Con la que tiene pelo y cara, no con la que está razonando realmente, que es la otra) echa un vistazo a la clientela del local y se percata de que nadie le está mirando. Cada uno está a su rollo, con sus churros, sus porras, su chocolate…, y los más duros, su copa de licores varios. No hay moros en la costa y nuestro caliente protagonista se anima a poner una mano sobre la media de Dorothy, a la altura del muslo. Ella se deja hacer. Él está lanzado como un misil tierra-tierra. Juan Eulogio pide otro solysombra y con la mano derecha, la que en ese momento no tiene ocupada, toma la copa y la apura de un trago. Un minuto tarda el alcohol en hacerle mella seriamente.  Envalentonado por el agua de fuego, que diría Toro Sentado, Juan Eulogio comienza a deslizar la mano por el muslo de la mujer, que por cierto está bastante duro. Llega al borde de la mínima falda que comprime las voluptuosas carnes de aquella hembra, que ahora respira entrecortadamente,e introduce los dedos por debajo de la prenda con un objetivo muy claro. El camino que le resta hasta llegar a donde Juan Eulogio quiere llegar es cada vez más corto y su excitación crece al mismo ritmo que se la está pelando si alguien le mira. Unos centímetros más. Juan Eulogio siente en su mano el calor que desprende aquel lugar hacia donde se dirige, donde supone haya fuego, mucho fuego. Imparable y cachondo como un mono de Gibraltar, ataca a fondo. El expreso del amor acaba de llegar a su destino aunque convertido en una furgoneta de reparto con muchos años. Pero… no parece que sea el destino que Juan Eulogio había imaginado.

Sonido de grillos en la noche.

A Juan Eulogio se le cae la mandíbula inferior hasta casi llegarle al suelo.

Mira a Edelmiro, que se está descojonando vivo, y saca la mano de aquel lugar ardiente que no es sino el mismísimo infierno, la morada del malino.

Dorothy protesta:

-Pero maricón ¿Es que me vas a dejar así? Mira que tengo una cama muy cómoda en la cabina de mi camión y lo tengo ahí mismo aparcado…

Juan Eulogio, de oído selectivo, a quien no escucha ahora es a Dorothy. La deja con la palabra en la boca y se va al servicio donde se lava varias veces la mano izquierda. Él sabrá por qué.

En este punto os recomiendo echar un vistazo a mi libro

¡OLÉ MIS COJONES!

en el que hallaréis todas las referencias necesarias a Dorothy, la camionera-camionero, Julián Martínez Páez, el hermano oculto de Edelmiro y un montón de personajes más.

Tras el inciso publicitario de este que suscribe y que solo tiene el básico pero sano deseo de comer caliente al menos un par de noches a la semana, continuamos con la historia de Juan Eulogio y familia en el camping.

Edelmiro y Juan Eulogio, tras comprar los churros para sus churris (obsérvese del experto manejo del lenguaje por parte del autor) y despedirse educadamente de Dorothy, que no se queda del todo conforme con la despedida, deciden volver al camping.

-Si sueltas algo de esto… -Dice Juan Eulogio a Edelmiro antes de bajar del coche- Te corto los huevos.

Edelmiro no puede evitar una carcajada. Pero se vuelve a poner serio para que Paquita and Paquita no sospechen nada ni les hagan preguntas.

Cuando llegan a sus respectivas parcelas las dos Paquitas ya se han levantado y se disponen a desayunar juntas para sobrellevar la resaca de la mejor forma posible. Al ver llegar a sus mariditos con las tradicionales y aceitosas viandas ibéricas aplauden emocionadas.

Lo que podía haber sido un punto negativo, una tarjeta amarilla o casi roja para Juan Eulogio y Edelmiro ha pasado a ser como levantar la Champion ante sus agradecidas costillas.

Tras el grasiento desayuno las dos Paquitas se dirigen una mirada cómplice. Tratan de comunicar a sus maridos que ellas no van a ir a la compra porque se han apuntado a clases de zumba y que han decidido que sean ellos los que se encarguen de la tarea. Si les hacen una lista detallada están convencidas de que no la cagarán mucho y, de esta manera, ellas disfrutarán del instructor de la danza de moda, que es un musculoso mulato que se mueve… se mueve… ¡Joder cómo se mueve!

En todas partes cuecen habas.

Total, que hecho el encargo a sus costillos y entregada la lista de la compra de la que no deben salirse ni un milímetro si saben lo que les interesa, queda organizada la mañana para los cuatro adultos de la partida. Los niños se quedan al cuidado de la cucaracha que, al sesgado entender de su yerno, es como si los dejaran solos. Pero tres cojones le importa a Juan Eulogio este pequeño contratiempo ante la expectativa de pasar una mañana junto a Edelmiro, su nuevo muy mejor amigo, y sobre todo, libres del marcaje de sus costillas. Lejos de achantarse con la experiencia vivida hace unos minutos en la churrería, los dos hombres, como dos perros de Paulov se relamen y salivan sin tener muy claro por qué.

Así que todos aceptan de buen grado el plan. Todos, excepto la cucaracha, que llega tarde a los churros y quiere ir a la churrería a por  dos o tres docenas más para desayunar dignamente.

Paquita (TheEdelmiro´s wife) sale al quite ofreciéndole una caja de sobaos que habían traído ella y su marido para desayunar toda la semana santa y que desde ese mismo instante, conociendo ya como conoce el ansia de la mamá de su amiga, acaba de dar por perdida.

Anota sobaos en la lista de la compra.

Paquita and Paquita se ponen la ropa de gimnasia, enseñando demasiada teta en opinión de sus costillos, pero opinión que se callan porque no quieren que les chafen sus planes de disfrutar de una mañana de hombres, libres de costillas.

Juan Eulogio y Edelmiro se suben en el coche de este y salen del camping en dirección al pueblo, que es el típico pueblo costero mediterráneo con su típico Mercadona para hacer la compra. Edelmiro aún se ríe y Juan Eulogio, volviendo a recordar la escena, se muestra algo huraño por ello y, a pesar de las agradables perspectivas de la salida, acaba mascullando entre dientes:

¡Mierda de Dorothy! ¡Mierda de camping! ¡Mierda… de vida!

Pero lo dice con la boca pequeña.

 

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6 respuestas a JUAN EULOGIO Y FAMILIA… VAN DE CAMPING. VII (Segunda parte)

  1. Pingback: JUAN EULOGIO Y FAMILIA… VAN DE CAMPING. VII (Primera parte) | borderline

  2. antoncaes dijo:

    Jajajajaja Vaya que se agarro al churro si querer. Jajajajaja Tiene cojones la cosa Jajajaja.

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