Cada día ocurre el milagro. Y cada día estás invitado a verlo en primera fila.
A la noche, siempre fría, oscura y algo siniestra, le sigue inevitablemente un nuevo día.

Y es ese instante mágico en el que el sol
asoma por el horizonte, en el mar o en tierra, el que me inunda de calor el corazón, el
que calma sus tiritones, el que me renueva el contrato vital que tengo firmado con la madre naturaleza, un contrato por un día, sí, pero un contrato que merece la pena firmar.
Como los músicos de una orquesta afinan
antes del concierto, así comienza a clarearse el este, poco a poco, pincelada a pincelada, afinando su instrumento antes de comenzar la corta aunque intensa sinfonía llena de matices del amanecer. La luz se abre paso. La vida se abre paso. Un día más. Una noche menos.
El cielo se va tiñendo de naranja, poco a poco, en un acto amoroso, pero lleno de tensión, pletórico de…
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