HISTORIA DEL BRICOLAJE

Hace algunos años, tampoco tantos, no nos vamos a engañar porque esto corre que se las pela, existía una figura bastante… digamos… idolatrada y misteriosa: El manitas “Pofesional” y el manitas amateur.

Habitualmente los manitas solían ser siempre hombres, no porque el hombre estuviera más capacitado que la mujer para este tipo de tareas, sino porque eran cosas del machismo recalcitrante del que aún hoy en día seguimos sufriendo coletazos y el hombre y la mujer tenían claramente establecidos cuáles eran sus “dominios”. Ver a una mujer con un destornillador en la mano o a un hombre haciendo un sofrito era algo abiertamente reprobable, era como el mundo al revés. Ni que decir tiene cuáles eran los apelativos con los que eran adornados l@s que osaban traspasar esta sensible línea roja de los roles preestablecidos. Por esa razónlosmanitas siempre eran del sexo masculino.

El chapuzas profesional o tésnico, era un personaje fácilmente reconocible por varias razones: Cuando le abrías la puerta allí estaba él, oliendo a sol y sombra, su pantalón azul de faena lleno de manchas indefinibles, unas botas Segarrao zapatillas La Cadena si era verano y una camisa desabrochada hasta el estómago, con rodales de sudor en las axilas y alguna mancha de yeso pegada con mala leche a la pelambrera del pecho y una caja de herramientas colgada del hombro con una correa.

Pero lo que realmente te daba la pista de que el recién llegado era un chapuzas en toda regla era, sin lugar a dudas, el lápiz de carpintero que perennemente sujetaba sobre una oreja. El que nunca se le cayera de la misma era algo que no tenía explicación, al menos para mí. Si hubiera existido por aquel entonces el loctite yo hubiera achacado el fenómeno a que se lo pegaba con loctite, pero no se había inventado todavía. Quizás, por aquello de que antes nos bañábamos una vez a la quincena (hiciera falta o no), probablemente el lápiz se mantenía en el sitio gracias a alguna suerte de pegajosos humores propios del susodicho, espesados por la falta de jabón y agüita. También se le distinguía porque a las preguntas “¿Y cuánto va a tardar en repararlo? O ¿Cuánto me va a costar? Siempre respondía “Ná. Dos o tres días si la cosa se da mal. Pero mu mal tiene que darse ¿eh? Lo normal … dos/tres días” “Menos de lo que se piensa, que uno no lleva 20 años en la pofesión por ser un carero”.

Ni que decir tiene que ninguna de las respuestas tranquilizaba al que preguntaba, que ya contaba con tener el mes jodido tras pagar la minuta de rigor.

En los tiempos pretéritos el manitas profesional (sobre todo el que no lo era tanto) suplía su intrínseca incompetencia con años y años de experiencia. Quieras que no, por muy burro que fuera uno de estos ejemplares, el manitas tenía ciertos conocimientos sobre la especialidad de turno, pues a fuerza de hacer las mismas chapuzas una y otra vez algo se le acababa quedando en la sesera (Es la teoría del borrico y la noria). También los había serios y profesionales, que conste en acta.

El manitas o chapuzas aficionado era un raris espécimen que se lanzaba al ruedo solo si realmente era habilidoso o si en su trabajo habitual practicaba alguna de las disciplinas chapuciles. Si era electricista, mecánico, carpintero… Los demás mortales se limitaban a cambiar un enchufe, reponer los plomos cuando se quemaban, darle con energía al desatascador de ventosa… y poco más. España no era un país excesivamente tecnológico y eso se apreciaba en el mundo de la chapucilla.

Hoy en día las cosas se han modernizado y por supuesto todo lo relativo al mundo de la chapuza. Ahí quien se atreve a decir incluso que… las cosas se han agilipollado o nos hemos vuelto todos gilipollas. Pero hay que tener en cuenta que todo el mundo es libre de tener su opinión. La propia palabra que utilizábamos para este tipo de quehaceres, “chapuza” también ha quedado desfasada y ha sido sustituida por otras expresiones o giros más acorde a los tiempos que vivimos.

La primera gran diferencia con los tiempos presentes es el nombre.

Cualquier trabajo de reparación en el hogar relativo a albañilería, fontanería electricidad, pintura o demás era comúnmente denominado como “Chapuza” (Chapucilla si no tenía mucha entidad el asunto)  o “ñapa” propiamente dicha.

Hoy en día todo queda englobado bajo una pomposa (Y además importada) denominación: ELBRICOLAJE.

Hace algunos años ocurrieron dos hechos, dos hitos que acabaron removiendo los cimientos de la filosofía de la chapuza, dando un giro de 180 grados al concepto “trabajos de reparación en el hogar”:

El primero de ellos fue la imposición de las grandes superficies por parte de nuestro vecino Gabachilandia (Francia). De la noche a la mañana nos vimos invadidos por los “Leroi Merlín”, llenos de pasillos y pasillos repletos de los más inimaginables y fantásticos artilugios y herramientas para hacer bricolaje (ñapas para los más veteranos). Los españolitos paseábamos extasiados entre estanterías plagadas de taladradoras, llanas, macetas, cortafríos, sacos de yeso, uralitas y un sinfín de instrumentos extraños ante los que nos deteníamos fascinados.

La segunda de ellas fue la globalización de internet, que todo lo revolucionó y también este mundillo como no podía ser de otra forma y, más concretamente, los foros de bricolaje. Uno se mete en google y teclea, digamos… “Cómo cambiar la junta tórica de nitrilo, de salida de la bomba de agua de tres vías de una lavadora Balay modelo P-5210 triple A” y automáticamente el sabio buscador le muestra diez páginas llenas de foros donde se explica paso a paso, con fotos a todo color, cómo proceder en la chapuza en cuestión.

Ciertamente ambos factores han dado pie a un intrusismo desmedido por parte de cualquiera, que ahora se atreve con cualquier reparación (al menos a iniciarla) que surja en el seno del hogar. Como hogar se considera también el jardín de cincuenta metros cuadrados de los adosados que tan en boga estuvieron antes de la crisis creando un nuevoconcepto que podemos llamar “Bricolaje outdoor” en contraposición al clásico “Bricolaje Indoor”.

Ahí está el/la torer@, o el/la inconsciente más bien, (ahora hay más paridad en el asunto) que con el corazón henchido por la emoción del “Hágaselo usted mismo” y la tarjeta de cliente del Leroi Merlín se lanza al ruedo sin pararse a pensar cómo es la cornamenta del morlaco que está en la plaza.

Legiones de advenedizos manazas con un metro láser en la mano, convencidos por la publicidad que nos avasalla, han experimentado un excesivo aumento de su autoestima a la hora de afrontar todo tipo de retos bricolajeros.Este hecho, lejos de ser malo para los profesionales de verdad y las empresas de servicio, les ha acabado suponiendo un aumento de la facturación ya que, cuando el inconsciente manitas aficionado ha comenzado una reparación, la conclusión es que tarde o temprano el profesional, llamado con carácter de urgencia, no solo cobrará por reparar la avería inicial sino por subsanar los destrozos provocados por el involuntario saboteador del aparato o instalación de rigor muya su pesar,

Pero eso… en otras reflexiones.

 

En próximos capítulos abordaremos temas bricoleros tan interesantes como:

  • ¿Huerto urbano o que le den por culo al huerto y me voy a la frutería?
  • El martillo. Manual de uso y estudio de su complejo mecanismo.
  • ¿Arena de río o de miga? He aquí la cuestión.
  • El cemento. Cómo mezclar sin riesgo de deflagración sus tres componentes.
  • Las paredes rectas ¿Realidad o leyenda?
  • La taladradora. ¿Por qué la del joputael vecino hace tanto ruido?
  • Carpintería. Constrúyase una balda de estantería en 17 cómodos pasos, sin morir en el intento.
  • Carpintería II. Tutorial para sacarse las astillas de las uñas.
  • Carpintería III. Páginas amarillas. Cuando la buena voluntad no es suficiente.
  • Colgar un cuadro. Cómo colgar un cuadro sin haber hecho una ingeniería.
  • La electricidad, esa gran hija de puta.
  • Fontanería básica. Grifos. Abrir / Cerrar. Sentido de giro.
  • Fontanería básica II. Fideos y fregadero: Dos palabras incompatibles.
  • La sierra de calar. Si le pones la mano, efectivamente cala.
  • Manual completo de primeros auxilios de la A a la Z.
  • Depresión postchapuza. No te avergüences, hay muchos más inútiles como tú.
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2 respuestas a HISTORIA DEL BRICOLAJE

  1. torpeyvago dijo:

    Añadiría una cuestión última: Depresión postchapuza: Por mal que te veas no llames a tu «cuñao el apañao»

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