En el desconchado espejo del baño común del albergue para fracasados y despojos humanos veo fugazmente mi rostro. No soporto la visión de mi imagen ajada, mi espíritu extenuado, el peso de la desolación sobre mi cabeza y el desconsuelo.
Retiro dolido y avergonzado la mirada sobre mí mismo.
Sin embargo el destino se empeña en echar sal sobre mis heridas. Hago un terrible esfuerzo por no volver a levantar la vista hacia lo que ya no quiero mirar.
Pero miro.
Por un momento percibo el brillo de mis ojos en ese reflejo, intuyo recuerdos de lo que fui y ya no soy. Escucho brevemente las risas e ilusiones de antaño y entre brumas veo el amor que fue pero ya no.
Pero de inmediato cae sobre todo ello la lápida de la derrota, la traición, el fracaso…
Sí. El espejo es cruel conmigo. La vida es cruel conmigo.
¡Me siento tan cansado!
Echo una última mirada a mi retrato, a la imagen de la decepción, de la tristeza y finalmente de mi rendición sin condiciones.
Dos regueros rojos y cálidos caen de mis muñecas al sucio y roto lavabo llevándose todas mis miserias y frustraciones por el agujero del desagüe.
Sólo unos dulces instantes.
Mientras mi vida se escapa me siento realmente liberado
Ves cuando te da por escribir tonterías, hasta me gusta. Por eso yo no quiero hacerme mayor, para no me pase estas cosas.
No puedo evitarlo, ja,ja,ja. Yo siempre escribo tonterías. 🙂
A veces, es posible que la única forma de encontrar la libertad sea desprenderse de la vida…
drástico pero efectivo
¡Qué suertudo! Encontró las solución, ¿o no?