JUAN EULOGIO Y FAMILIA: EL TELEFÉRICO DE LA CASA DE CAMPO

Hoy Juan Eulogio se ha levantado de buen humor. Se ha desayunado como un marqués, mejor incluso, contundente e irracionalmente, café con leche, varias tostadas con ajo y aceite, un poco de queso, zumo y unos bollos con nata que estaban sobre la encimera desde hacía una semana… y ha decidido aprovechar la soleada mañana de invierno con la que le ha obsequiado el domingo para ir con su familia, Paquita, su señora, Elyónatan, su díscolo vástago y Layesi, la niña de sus ojos a montar en el teleférico de Madrid y darse un paseo por la Casa de Campo.

A última hora y, a invitación traicionera de Paquita, se ha apuntado al evento La Cucaracha, su odiada suegra, que como siempre, llega tarde y rezongando.

Juan Eulogio ha llegado a la taquilla y ha sacado los billetes tras ser debidamente “crucificado”. ¡Coño con el Teleférico de la Casa de Campo! ¡Ni que hubiera pagado unos pasajes en el Transiberiano…!

Infinidad de gente se agolpa esperando su turno en el teleférico y durante la espera Juan Eulogio ha sentido un extraño burbujeo en los entresijos. Si es que se ha pasado con el desayuno y los bollos… tenían  un extraño saborcillo a rancio…

La familia ha subido a la cabina, que no se detiene, por lo que hay que hacerlo con cierta agilidad y premura. Todos han subido con rapidez excepto la cucaracha que, a causa de la edad (y sobre todo del exceso de peso provocado por la gula con la que engulle todo lo que sea comestible) ha resbalado cuando ponía el pie en el escalón.

En un acto reflejo involuntario (no puede haber otra explicación) Juan Eulogio ha alargado el brazo y la ha agarrado para que no se cayera. Se ha arrepentido tarde de esta estúpida heroicidad, pero le ha salido así, no ha sido un movimiento consciente. Hubiera actuado igual si el que se cayera hubiera sido un gorrino que los estuviera eventualmente acompañando. La cucaracha ha ido colgada de la puerta de la cabina arrastrando los juanetes  por el suelo durante un par de metros hasta que un par de empleados empujándola cada uno por un carrillo del culo, del orondo pandero, han conseguido con tremendo esfuerzo meterla en el compartimento un tanto desmadejada y taquicárdica.

Juan Eulogio apenas ha podido silenciar una carcajada. Paquita le ha lanzado una mirada cargada de ira y eso ha sido suficiente para que a él se le haya encogido el estómago. Nuevo burbujeo provocado por el bollo… o por los nervios de la silenciosa reprimenda de su mujer.

Juan Eulogio, una vez acomodados en la cabina, se ha dado cuenta de que sus hijos son unos pequeños cabrones porque han comenzado a moverla, suspendida bajo el inestable cable, de un lado a otro, sabiendo que sufre de vértigo incontrolable. Por ello se ha agarrado a unos pasamanos colocados para tal fin con cara de verdadero pánico. Unos verdaderos hijos de puta los niños si no fuera porque cree conocer a su madre.

Juan Eulogio piensa en el Karma.

Los nenes, viendo que su padre está para que le dé algo han decidido continuar con la bromita. Se ríen. Más bien se descojonan vivos. Paquita comienza también a reírse. A Juan Eulogio le duele en el alma. Pero lo que ya no puede soportar es que la cucaracha también esté partiéndose el culo a su costa.

Las tripas se le licúan por momentos con el estrés.

De inmediato, Juan Eulogio, se ha arrepentido de su brillante idea de sobrevolar Madrid pues aquello oscila peligrosamente. El reiterado vaivén  ha comenzado a marearle y por consiguiente, a revolverle más las tripas. Pero ya no hay vuelta atrás, el suelo comienza a separarse de sus pies dejando abajo el Parque del Oeste, la Rosaleda, la antigua estación de Príncipe Pío, la ermita de San Antonio de la Florida…

La vista sería preciosa si no fuera porque Juan Eulogio ya no conoce. El pánico y los bollos de nata en mal estado le han soltado los intestinos. Los pequeños cabrones se ríen de sus variadas caras de circunstancias.

Tamaña tensión ha acabado liberando sus entresijos de tal forma que, cruzando la M30 le ha sido imposible contener una larga serie de pegajosos cuescos vengativos.

En cuestión de segundos, el fétido vaho fruto del pavor de Juan Eulogio se ha propagado por el pequeño habitáculo y ha alcanzado las pituitarias de los aturdidos mozalbetes a las que ha sacudido con brutalidad. Como el receptáculo es reducido, la onda expansiva también ha llegado sin compasión alguna a Paquita y a su madre. Los ojos se les han llenado de espesos lagrimones. Todavía queda la mitad del recorrido y los chiquillos quieren desesperadamente bajarse del teleférico. Paquita los sujeta por los pelos evitando que vayan a caer desde esa altura a la Casa de Campo.

Juan Eulogio debería sentirse culpable y avergonzado, pero no lo hace. Por fin se ha hecho la tranquilidad, y reina una sepulcral calma dentro de la estrecha cabina. Cuando esta llega al a Casa de Campo niños y mayores forcejean como posesos por salir cuanto antes al aire libre. La Cucaracha, que todavía va mareada tropieza y se da con los dientes contra la cabina siguiente. ¿La única pena? Que es una dentadura postiza reemplazable.

Saboreando la venganza, Juan Eulogio se da cuenta de que lo que en principio creyó etéreo y voluble es algo más consistente. Tiene diarrea y se ha cagado encima. Avergonzado corre a los servicios de la estación del teleférico, ya en su destino, pero con angustia, se percata de que no hay papel con el que reparar el desaguisado.

¡Mierda de mañana! ¡Mierda de Casa de Campo! ¡Mierda… de vida!

 

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9 respuestas a JUAN EULOGIO Y FAMILIA: EL TELEFÉRICO DE LA CASA DE CAMPO

  1. No se da cuenta mi querido Juan Eulogio que quieren acabar con él? ? Entre las sardinas del otro día y los bollos de hoy como no tenga más cuidado acabará cascando y la cucaracha acabará ganando

  2. cmacarro dijo:

    Juan Eulogio es un héroe, un COE que aguantará lo que le echen porque ha nacido en Ep-paña y se siente ep-pañó, y como buen ep-pañó nunca pondrá una pega a nada y tragará con lo que le echen.
    (Debe ser primo de Edelmiro Páez, el pobre)
    Besos

  3. No puedo más que lamentarlo por Juan Eulogio. Esperaba el final feliz, pero, claro, viniendo de ti debí suponerlo… Se me han quitado las ganas de montar en el teleférico.

  4. Nieves dijo:

    Jajaajajajaja Por el innombrable que imágenes!!!! Y que olorcillo me ha venido, si, hasta aquí a llegado pardiez!
    Besos de lejos eh!!!

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